luis miguel rabanal, poeta, comparte su obra con sus lectores y adictos, (su verbo es adictivo) en el blog http://luismiguelrabanal.wordpress.com, espacio para la palabra poética que incorporamos al listado "poesía eres tu". nos tomamos la libertad de honrar esta página con uno de sus poemas:
Si fue o no el invierno con su nieve
terrible e inabarcable, ya no lo recuerdo.
Si creciste en el reproche de los días cortos
donde nadie se esforzaba por explicarte el mundo
y sus carabinas de madera, qué culpa tengo yo
de tu fracaso.
Aún hoy obra en tu poder la sonrisa
del que ha sido golpeado dos y tres veces
y se enamora perdidamente de su verdugo dulce
y es simple el subterfugio que amedrenta.
En aquel camino* sobrevivió tu soledad
espoleada por alguien que jamás chocó tus manos,
al igual que tú víctima del frío, y equivocaste
su aliento con la hediondez de los lobos
que se comen a los niños malos.
Pobre, pobre Isaías.
De todo cuanto huye, de cuanto duele
en el penúltimo anochecer, de todas
las migajas del tiempo, nos queda la razón
de haber soñado mucho con mujeres hermosas
y guerreros azules que sin duda vendrían
a arrasar la infancia.
Ese cojo carromato repleto de castigos
tirado por un viejo león y un dromedario
infame.
Debes sonrojarte cuando recuerdes
quién fue el vasallo y quién el gilipollas.
Solamente esto es la vida: adivinar mejor
o peor la calentura.
terrible e inabarcable, ya no lo recuerdo.
Si creciste en el reproche de los días cortos
donde nadie se esforzaba por explicarte el mundo
y sus carabinas de madera, qué culpa tengo yo
de tu fracaso.
Aún hoy obra en tu poder la sonrisa
del que ha sido golpeado dos y tres veces
y se enamora perdidamente de su verdugo dulce
y es simple el subterfugio que amedrenta.
En aquel camino* sobrevivió tu soledad
espoleada por alguien que jamás chocó tus manos,
al igual que tú víctima del frío, y equivocaste
su aliento con la hediondez de los lobos
que se comen a los niños malos.
Pobre, pobre Isaías.
De todo cuanto huye, de cuanto duele
en el penúltimo anochecer, de todas
las migajas del tiempo, nos queda la razón
de haber soñado mucho con mujeres hermosas
y guerreros azules que sin duda vendrían
a arrasar la infancia.
Ese cojo carromato repleto de castigos
tirado por un viejo león y un dromedario
infame.
Debes sonrojarte cuando recuerdes
quién fue el vasallo y quién el gilipollas.
Solamente esto es la vida: adivinar mejor
o peor la calentura.
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