Ahí mismo, en la ribera este del Mediterráneo, un pueblo lamenta su desdicha. En Palestina, en la piel de cada palestino, en el rostro de cada palestina, se delinea un mapa del dolor. Cada día, desde 1948, el ejército israelí traza una esquirla en ese mapa. La historia reciente de Palestina es una alegoría del quebranto que sólo el ser humano es capaz de infligir a sus semejantes, pero a su vez el pueblo palestino ha escrito, sobre sus ruinas, páginas de dignidad y esperanza. Israel lo ha vuelto a hacer. Sus misiles han segado la vida de varios cientos de personas. Tienen el poder omnímodo que le garantiza la fuerza militar, el apoyo internacional -por la vía de los hechos- y el silencio cómplice que dura ya varios decenios. La población palestina está a merced de Israel: o se pliegan a sus imposiciones o irán goteando muertos, a veces a borbotones, en este proceso de limpieza étnica. Una operación ejecutada por Israel, patrocinada por EE.UU., silenciada por el resto de las potencias, también las europeas, y sufrida por una población inocente. Cuentan, además, con la poderosa arma de la propaganda. Sus interesadas tesis se imponen frente a una realidad que las cuestiona día a día. En su política de tergiversación denominan terrorista al resistente y estado democrático al terrorista. Sustentan sus derechos en una mentira genética, la que defendía el derecho a la creación del estado de Israel en Palestina con el lema “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo” dictado por la que fuera Jefa del Gobierno israelí Golda Meir. ¿Una tierra sin pueblo? Les echaron de sus casas e instantáneamente no habían existido. Nuestro poder no va más allá de nuestras palabras y hoy queremos que clamen en pos de la dignidad de un pueblo harto de sufrir la ignominiosa violencia. La población palestina ha sido y es asesinada, vejada, humillada por un estado creado artificialmente que ignora sistemáticamente la legalidad internacional y asentado en el sentimiento de una culpa europea sin purgar después del holocausto nazi, por un país armado hasta los dientes que sirve de plataforma para ejercer un colonialismo económico, por un fundamentalismo bíblico que sirve como excusa occidental -de nuestros aliados, de nosotros mismos-. Exigimos a nuestros gobernantes y a las instituciones internacionales que pongan fin a la limpieza étnica que el pueblo palestino sufre desde 1947 aplicando la legalidad internacional haciendo cumplir las resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre el fin de la ocupación, la vuelta a las fronteras de antes de 1967 y el retorno de los refugiados; las sentencias del Tribunal Penal Internacional de la Haya para la eliminación del muro del apartheid en Cisjordania; y la IV Convención de Ginebra para el fin del atroz bloqueo de Gaza y la constante violación de los derechos humanos de la población civil. Por este incumplimiento constante de la legalidad internacional exigimos a la comunidad internacional y al estado español la ruptura de relaciones y el boicot a Israel como el inicio del camino hacia una paz justa. Los bombardeos tienen que cesar y tenemos que implicarnos en la búsqueda de una salida política justa basada en la legalidad internacional sobre la que se construya un escenario de paz. Una salida que no puede dejar impunes a los responsables de tanta atrocidad sobre la población palestina.
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